Son malos tiempos para todos. Los asesores, empleados de banca, aseguradores y cierta parte del funcionariado somos la parte invisible del sistema. A nosotros nadie nos aplaude a pesar del aluvión de trabajo que nos está cayendo. La situación es caótica: normativa poco clara con Notas Ministeriales aclaratorias e instrucciones que van llegando de una hora a otra por toda aquella casuística que no contempla la norma. Trabajamos rápido para dar respuesta inmediata y luego nos toca deshacer parte del trabajo y contradecir las explicaciones iniciales que hemos dado a nuestros interlocutores. Y todo esto para nada. Para gestionar «ayudas» que en realidad no lo son, para desmentir los engaños demagógicos, pero en el fondo para no quedarnos de brazos cruzados. Así que nos arremangamos, tiramos hacia adelante con lo que podamos y, sobretodo, escuchamos. Hoy más que nunca estamos para escucharos y daros todo el apoyo moral del que seamos capaces en este mar de caos administrativo, sanitario y social. Trabajar como nunca para prestar ese servicio social tan necesario, aún sin saber cuánto, cómo y cuando cobraremos, o, peor aún, si cobraremos.

Sin embargo en nuestras cabezas no cesa el ronroneo del futuro. La cuestión no es de preguntarnos qué será de nosotros, y mucho menos dejarnos abatir por el color que veamos al final de este túnel en el que hemos entrado. Consciestes de la catástrofe, debemos hacer el esfuerzo de ser positivos y transmitir tranquilidad. El futuro es más incierto que nunca, pero debemos concienciarnos que no está  todo perdido. Es importante estar a la escucha y entender el cambio de paradigma. De vital importancia será la adaptabilidad, el famoso renovarse o morir pasa a ser la clave de supervivencia de cualquier negocio existente. Llegan nuevos tiempos de repente, pero llegan acompañados de nuevas oportunidades que habrán de ser aprovechadas para poder sobrevivir.

 

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